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Escogidos soldados de su guardia.
Al mediodía, don Hernando llega
Por el camino donde el polvo abrasa;
Quítase el guante de la diestra mano
Ni se descubre, ni tampoco baja;
En su mula sentado, el homenaje
Espera; cada cual un beso estampa
En la real diestra; desdeñoso y lento,
Ruy Díaz, no desciende hasta el monarca.

Al punto, Iñigo López, estandarte
De Castilla, heredero de una raza
Pendenciera y audaz, cuyos abuelos
Lucharon con Tarik en las montañas,—
De su claro linaje envanecido,
Viendo un orgullo tal, tembló de rabia;
Sobre el arzón erguido, rudamente
Dirigese á Vivar, con voces ásperas,
Con gesto adusto y la pupila ardiente
Más que el carbón de la encendida fragua.

— Abajo, don Rüy, que es vuestro turno!
Gran Dios! Este mozuelo en petulancia
Cree no poder hacer, lo que hace todo
Rico hombre de pendón, espada y maza,