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Las lágrimas del oso

A Manuel Carlés.


El rey de los Runos vino de las salvajes colinas;
Y, mientras se alzaba el triste bramido del hosco mar,
Fulguraban sus cabellos en las pálidas neblinas
Oyendo rugir el oso y las olas sollozar.

El Eskalda inmortal dijo: —¿Qué furor á tí se atreve,
Oh, mar sombrío? ¿Qué pena os agita en su vaivén,
Ola incansable, árbol triste? ¿Oso vestido de nieve,
Por qué, sin cesar, con ellos, te lamentas tú también?

—Rey de los Runos! le dijo el árbol de hoja sombría,
Que el áspero viento llena de desolante rumor;