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sobre el estrellado mar, y cuando sus glorias se ostentaron todas en el firmamento, cual reluciente busto de la belleza, á la vista del hombre, nos detuvimos á admirar la herencia de la humanidad, y tembló tu estrella, como tiembla ahora la belleza!"


Así, en dulce plática, se entretenían los amantes mientras cada vez más espesas caían las sombras de la noche, mas, las tinieblas, siempre más profundas jamás por la luz del día fueron despejadas. Cayeron: porque el cicio no otorga esperanzas a aquellos que no oyen por los latidos de su corazón.