Mostró después de Stigia las prisiones
Y la ribera criminal, los campos
De asfódelo, de vagan macilentas
Sombras, de luz y de vivir privadas,
Tristes ancianos por la edad vencidos,
Jóvenes arrancados de sus padres,
Niños cuyo sepulcro fué la cuna,
Y doncellas que en flor arrebatadas
Tálamo hallaron en la tumba fría.
¡Bosques, arroyos, montes y peñascos!
Cómo debisteis palpitar de gozo,
Cuando el vate mostraba al divo Hifesto
Forjando en Lemnos, en el sacro yunque,
Aquella red irresistible y fina,
Como de Aracue las sutiles hebras,
Y entre sus hilos enredando á Venus;
O cuando en piedra transformaba á Niobe,
Madre tebana, de altivez en pago;
O cuando con acento lastimero
De la triste Aedón repitió el lloro,
Que de un hijo madrastra involuntaria
Huyó, cual ruiseñor, á la espesura
Del bosque solitario. Con el vino
Vertió después el nefendés potente,
Que olvido inspira de los males todos,
De los guerreros en las copas: luégo
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EL CIEGO