Hijos, si á vuestro padre viene en gusto
Llevar segunda esposa al puesto mío,
Madrastra para vos de ceño adusto,
Acatad humildosos su albedrío,
Y de ella, con cariño y mansedumbre,
Tornad amor el que empezó desvío.
Ni ensalcéis mi memoria por costumbre;
Que, lastimada, ella entender podría
En propia humillación cuanto me encumbre.
Mas si él, honrando mi ceniza fría,
Excusa hacer cuanto á mi sombra ofenda,
Fiel hoy y siempre á la memoria mía,
Allanad luego á su vejez la senda,
Y orne de su viudez el despoblado
De todo vuestro amor constante ofrenda.
Vivid los años que me roba el hado;
Y consuelos disfrute sin medida
Mi esposo de mis hijos rodeado.
Nunca ausencia cruel lloré en mi vida;
Mi muerte fué en mi hogar primer vacío;
Todos lloraron mi final partida.
Y ceso. Atestiguando el dicho mío,
Alzáos los que me honráis con vuestro llanto:
Al lugar de mis padres ir confío
Si, fiel á mi deber, merezco tanto.