Y así cual ora, entonces resonabas;
Mugiendo estás como en aquellos días,
Contra estas peñas tu furor desbravas,
Y con la blanca espuma el musgo lavas
Donde sus pies lamías.
Era una tarde. En éxtasis supremo
Ibamos ella y yo bogando á solas,
Y bajo el cielo azul, de extremo á extremo,
Más no se oía que el batir del remo
Sobre las blandas olas.
Y al piélago dormido, al mudo viento
Cautivó de repente voz divina;
Jamás hombre soñó tan dulce acento
Como el que oyó arrobada en tal momento
La esfera cristalina:
Suspénde el ala rápida,
No turbes nuestros éxtasis,
¡Oh tiempo volador!
Gozar por siempre déjanos
Estos instantes mágicos
Que aquí nos brinda amor.
¿Cuántos no piden míseros
De la esperanza el bálsamo
A tu correr fugaz?
Vé, y sus dolores íntimos
Alivia tú benéfico;
¡Déja al dichoso en paz!
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EL LAGO