De la divina caridad, y ufana
Ciñe el cordón humilde de la Hermana.
Meses y años enteros se deslizan
Viéndola infatigable en su tarea;
¡Cuánta llaga esas manos cicatrizan!
¡Cuánta miseria incógnita rastrea!
Por callejuelas que á hombres horrorizan
De puerta en puerta sin temor golpea,
Y para cada mal lleva consigo
Pan, luz, remedio, estímulo y abrigo.
Noche tras noche, cuando duerme el mundo,
Y ruedan por las calles desoladas,
Entre ráfagas de aire gemebundo,
Las voces del sereno acostumbradas;
A tiempo que él anuncia aquel profundo
Sueño, y la paz y la quietud guardadas,
Tal vez divisa en mísera buhardilla
Velando algún dolor su lamparilla.
Y día tras día el alemán labriego,
Al entrar paso á paso con la aurora
Rodando el carretón aldeaniego
Colmado en frutos de Pomona y Flora;
Cuando sus gritos turban el sosiego
Del arrabal que aun duerme en esa hora,
Ve que á su claustro vuelve entonces ella,
Pálida de velar, mas siempre bella.
R. Pombo.
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EVANGELINA