Ir al contenido

Página:Tragedias de Sófocles - Leconte de Lisle (Tomo II).djvu/119

De Wikisource, la biblioteca libre.
Esta página ha sido corregida
115
Electra

seguro de que yo también, vivo, apareceré como un astro ante mis enemigos. ¡Oh tierra de la patria! y vosotros, Dioses del país, recibidme favorablemente; y tú también, ¡oh casa paterna! porque vengo, impulsado por los Dioses, para purificarte con la expiación del crimen. No me despidáis deshonrado de esta tierra, sino haced que afirme mi casa y posea las riquezas de mis ascendientes. Basta. Tú, anciano, entra y haz tu oficio. Nosotros, salgamos. La ocasión apremia, en efecto, y ella es la que preside á todas las empresas de los hombres.

¡Ay de mí!

Me parece, ¡oh hijo! que he oído á una de las sirvientes suspirar en la morada.

¿No es la infortunada Electra? ¿Quieres que permanezcamos aquí y escuchemos sus quejas?

No, per cierto. Sin cuidarnos de cosa alguna, nos hemos de apresurar á cumplir las órdenes de Lojias. Debes, sin preocuparte de esto, hacer libaciones á tu padre. Esto nos asegurará la victoria y dará un feliz término á nuestra empresa.

¡Oh Luz sagrada, Aire que llenas tanto espacio como la tierra, cuántas veces habéis oído los gritos innumerables de mis lamentos y los golpes asestados á mi ensangrentado pecho, cuando se va la noche tenebrosa! Y mi lecho odioso, en la morada miserable, sabe las largas vigilias que paso, llorando á mi desgraciado padre, á quien Ares no ha recibido, como un huésped ensangrentado, en una tierra extraña, sino de quien mi madre y su compañero de lecho, Egisto, hendieron la cabeza con un hacha cruenta, como