pienso en ti, para que vengues la muerte de tu padre y no vaciles en matar á Egisto con la ayuda de tu hermana; porque no me es lícito callarte nada. ¿Hasta cuándo seguirás inactiva, teniendo todavía una firme esperanza, tú, á quien no queda, privada de las riquezas paternas, mas que una abundancia de lamentos y de penas, por todo el tiempo que envejezcas, privada de nupcias? Porque, ciertamente, no esperes casarte algún día. Égisto no es de tal modo estúpido que permita, para su desgracia, que nazca una posteridad de ti ó de mí. Pero, si eres dócil á mis consejos, en primer lugar, serás alabada, por tu piedad, por tu padre muerto y por tu hermano. Luego, lo mismo que has nacido libre, serás Îlamada libre en lo porvenir, y celebrarás nupcias dignas de ti; porque todos suelen admirar las cosas honestas. ¿No ves qué ilustre fama adquiriremos, tú y yo, si me obedeces? ¿Qué ciudadano, en efecto, ó qué extranjero, al vernos, no nos colmará de alabanzas tales como éstas?: «Ved, amigos, esas dos hermanas que han salvado la morada paterna, y que, no economizando su vida, han dado muerte á sus enemigos, poseedores de inmensas riquezas. Es justo que todos las amen y las reverencien; es justo que en las fiestas sagradas de los Dioses y en las asambleas de los ciudadanos, todos las honren á causa de su varonil proceder.» Todos dirán esto de nosotras, mientras vivamos, y, aun después de la muerte, jamás disminuirá nuestra gloria. ¡Oh querida, obedece! Ven en ayuda de tu padre y de tu hermano, libértame de mis miserias, libértate á ti misma, pensando cuán vergonzoso es á los que son bien nacidos vivir en el oprobio.
En tales cosas, la previsión es útil á quien habla y á quien escucha.
Antes de hablar así, ¡oh mujeres! si su espíritu no hubiese estado turbado, hubiera mostrado una prudencia que parece haber rechazado desde entonces. ¿En qué piensas, en efecto, cuando quieres obrar con tanta audacia y me pides que te ayude? ¿No lo ves? Tú eres una mujer, no un hombre, y tienes muchas menos fuerzas que tus enemigos. Su Genio está muy próspero hoy; el nuestro está debilitado, reducido á la nada. Quién, pues, intentaría atacar á un