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Sófocles

Me aconsejas bien, y haré lo que dices. En cuanto á ti, llama á Clitemnestra, si está en la morada.

Ahí está, cerca de ti. No mires ninguna otra cosa.

¡Desdichado de mí! ¿Qué veo?

¿Qué temes? ¿No la reconoces?

¡Desgraciado! ¿en medio de los lazos de qué hombres he caído?

¿No adivinas que hablas hace largo tiempo á vivos como si estuviesen muertos?

¡Ay! Comprendo esa palabra, y el que me habla no puede ser otro que Orestes.

Aunque seas un excelente adivino, te has engañado largo tiempo.

¡Ay de mí! Soy muerto. Pero permíteme al menos decir algunas palabras.

Por los Dioses, hermano, no permitas que hable más largo tiempo y prolongue sus discursos. ¿Para qué, en efecto, cuando un hombre, presa de la desgracia, debe morir,