¿No se puede cambiar de pensamiento?
Tales eran también tus palabras cuando me has arrebatado mi arco por la astucia. Parecías sincero y me dañabas en secreto.
No es lo mismo ahora; sino que quiero que me digas si has resuelto quedarte aquí ó hacerte al mar con nosotros.
¡Cesa! No digas más. Todo lo que digas será inútil.
¿Es esa tu resolución?
Y más todavía, sábelo, de lo que digo.
Hubiera deseado persuadirte con mis palabras, pero, si hablo inútilmente, me callo.
En efecto, hablarías en vano, porque nunca conmoverás mi corazón, tú que me has privado con tus insidias de lo que me sustentaba, y que vienes después á aconsejarme, ¡hijo indigno de un padre excelente! ¡Perezcáis vosotros, los Atreidas primero, luego el hijo de Laertes, y tú!
¡Basta de imprecaciones, y recibe estas armas de mi mano!