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Filoctetes

¿Qué dices? ¿Son éstas nuevas insidias?

Pongo por testigo á la majestad sagrada del supremo Zeus de que no es eso.

¡Oh! ¡Qué dulces son para mí esas palabras, si son verdaderas!

Los hechos lo probarán. Vamos, extiende la mano y recobra tus armas.

Y yo lo prohibo, que los Dioses lo sepan, en nombre de los Atreidas y de todo el ejército.

¡Oh hijo! ¿no es la voz de Odiseo la que oigo?

Ciertamente, y me ves ante ti, á mí que te llevaré por la fuerza á las llanuras de Troya, que el hijo de Aquileo lo —quiera ó no.

No será impunemente, si este dardo no yerra.

¡Oh! ¡no! ¡Por los Dioses, no lances ese dardo!

¡Suelta mi mano, por los Dioses, mi querido hijo!