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jardines de al lado se oían los fuertes golpes que daba Felicidad. Las praderas solitarias, el viento rizando la superficie del río, en el fondo largos hierbajos inclinándose como cabelleras de cadáveres flotantes en el agua... Contenía su dolor, y fué valiente hasta la noche; pero al llegar a su cuarto se entregó, y allí cayó de bruces sobre el colchón, con el rostro en la almohada y los dos puños en las mejillas.

Mucho más adelante, por el mismo capitán de Víctor, supo cómo había ocurrido todo. Le sangraron demasiado en el hospital, por la fiebre amarilla. Cuatro médicos le sostenfan a un tiempo.

Había muerto inmediatamente, y el jefe había dicho:

—Bueno! ¡Uno más!

Sus padres le habían tratado siempre con barbarie. Prefería no volver a verlos, y ellos no lo intentaron tampoco, por olvido o por insensibilidad de gente miserable.

Virginia se debilitaba.

Opresiones, tos, una fiebre continua y las mejillas jaspeadas, revelaban alguna profunda lesión.

El señor Poupart había aconsejado una larga temporada en Provenza. La señora Aubain se decidió a ello, y a no ser por el clima de Pont—l'Evéque se hubiera llevado en seguida su hija a casa.

Hizo un trato con un alquilador de carruajes, que la llevaba al convento todos los martes. Hay en el jardín una terraza desde donde se divisa el Sena. Allí paseaba Virginia de su brazo, pisando Digitzed by