Página:Tres novelas ejemplares y un prólogo (1920).pdf/151

De Wikisource, la biblioteca libre.
Esta página no ha sido corregida
147
Nada menos que todo un hombre

Lo ven ustedes?—dijo éste dirigiéndose a los médicos—. Persiste en su alucinación; se empeña en que este señor es...

¡Si, es mi amante!—le interrumpió ella. Y si no, que lo diga él.

El conde miraba al suelo.

—Ya ve usted, señor conde—dijo Alejandro al de Bordaviella—, cómo persiste en su locura. Porque usted no ha tenido, no ha podido tener, ningún género de esas relaciones con mi mujer...

—¡Claro que no!—exclamó el conde.

—¿Lo ven ustedes?—añadió Alejandro volviéndose a los médicos.

—Pero cómo—gritó Julia—, ¿te atreves tú, tú, Juan, tú, ini michino, a negar que he sido tuya?

El conde temblaba bajo la mirada fria de Alejandro, y dijo:

—Repórtese, señora, y vuelva en si. Usted sabe que nada de eso es verdad. Usted sabe que si yo frecuentaba esta casa, era como amigo de ella, tanto de su marido como de usted misma, señora, y que yo, un conde de Bordaviella, jamás afrentaría así a un amigo como...

—Como yo—le interrumpió Alejandro—. ¿A mí? ¿A mí? A Alejandro Gómez? Ningún conde puede afrentarme, ni puede mi mujer faltarme. Ya ven ustedes, señores, que la pobre está loca...

—¿Pero también tú, Juan? ¿También tú, michino?-