cuando arrancó el primero a la mujer alemana todos los derechos que le reconociera la Constitución de Wey- mar, y cuando el segundo derogó aquellos pobres dere- chos municipales que le habían sido reconocidos a la mujer italiana después de la Gran Guerra; no admi- tiéndole más destino ni ocupaciones que la de engendrar y criar hijos para tener, él, suficiente carne de cañón a fin de realizar los vesánicos sueños de su imperialis- mo despiadado y que ha sintetizado en su frase famosá ya: “la guerra conviene al hombre como la maternidad a la mujer”.
Publicaba “La Prensa” anteayer un telegrama de Ro- ma en el que por boca del Profesor Pende, el fascismo se reitera en'sus absurdas doctrinas pretendiendo que: “el papel de la mujer en el Estado fascista está confinado esencialmente al hogar y a la ería de hijos sanos para el Estado y deploró las actividades desarrolladas por las mujeres en las naciones demócratas liberales y en Rusia, calificándolas de “paradojas biológicas”. Agregó que “es ya tiempo que el Estado fascista impida la for- mación de mujeres abogadas, arquitectas y médicas”.
¡No hay por qué comentar! ¡Se comenta solito!
Del Congreso de Mujeres Universitarias hasta la fe- cha cuanta labor de cultura, cuanta semilla de emanci- pación han arrojado, en campo fértil, sus valientes pioneras!
No debo callar, aunque sea sólo para rendirles home- naje, los valientes Congresos del Niño de 1913 y de 1916 organizados por mujeres, Este último, Internacional, y de cuyo siguiente, verificado en Montevideo, salió la Oficina Permanente Panamericana de la Infancia.
Y sería injusticia no mencionar el Congreso Femenino Internacional realizado en el año 1928 bajo los auspi- cios del Club Argentino de Mujeres y la dirección de la Presidenta de la Asociación Pro-Derechos de la Mujer
14
