Dra. Dellepiane, quien, ya en 1910 presentaba un pro- yecto de reformas al código civil, con el que habría po- dido honrarse el mejor de los legisladores.
Yo no pretendo hacer una historia del feminismo ar- gentino que conocéis mejor que yo, que también me he encontrado vinculada a él, colaborando en sus trabajos más de una vez en estos últimos treinta años.
Pero he querido en esta breve reseña rendir homenaje a la abnegada y valiente labor de la mujer argentina que con tanta inteligencia y dignidad encarna ahora la Unión Argentina de Mujeres erigida ya, en su brevísima existencia, en paladín valiente de los derechos femeni:- nos; en líder de sus reivindicaciones, en defensora de la noble causa de la redención de nuestro sexo,
Yo he querido en estos sintéticos y brevísimos recuer- dos no sólo rendirle homenaje a sus esfuerzos, sino re- conocer públicamente la grande obra emprendida y la larga y tesonera valentía de las mujeres de la más gran- de nación del continente; progresista y poderosa y que inexplicablemente mantiene a sus hijas, con toda injuús- ticia, postergadas a muchas mujeres del mundo en el reconocimiento de sus derechos políticos, por los que han trabajado ellas con el mismo afán, el mismo tesón £ igual talento que las de muchísimas otras naciones.
Involuntariamente en mi mente las asocio a las mu- jeres francesas que ya en los días ardientes de la Gran Revolución reclamaban para su sexo como se habían reclamado para el otro, “los derechos de la mujer y la ciudadana”, y presentaban, en las postrimerías del si- glo diez y ocho aquella famosa “Charte de la femme” en la que Olimpia de Gouges establecía en aquél mismo glorioso 1793, esa equiparación de derechos entre ambos sexos por la que sus compatriotas luchan aún en 1938 para alcanzar.
Hoy nadie lo recuerda. Apenas algún curioso! Y sin
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