extendía a todas las mujeres de la Unión los derechos cívicos, Nueva Zelandia y Australia ya los habían con- quistado. Después, Austria; Alemania cuando se esta- bleció la República con la constitución de Weymar, Bél- gica, Canadá, excepto la provincia francesa de Quebec, Chocoslovaquia, hoy víctima de su propia fe democrá- tica, Dinamarca, Holanda, Estonia, Hungría, Finlandia, Polonia, Suecia, Noruega, España, Rumania Sud Africa, Rusia.
Desde que las mujeres del Wyoming obtuvieron sus derechos, las primeras del mundo, en 1869, hasta nos- otras, vuestras vecinas, numerosos países han reconocido los derechos políticos de la mujer.
El año 1930, cuando aún bregaban por ellos las dos Asociaciones que los defienden en mi país, Consejo Na- cional de Mujeres, y Alianza para el Sufragio Feme- nino, las que me cupo en suerte fundar y orientar, tra- zamos para las fiestas del Centenario, un mapamundi con el estado del sufragio femenino en el mundo entero.
Entonces, eran las mujeres francesas, las suizas y las de Latino-América, excepto el Ecuador y las de los paí- Ses salvajes del Africa y la Polinesia quienes estábamos privadas de aquellos derechos. En 1932 ellos nos fueron reconocidos en el Uruguay, pero la situación política sólo nos permitió ejercerlos este año 1938, en el que una parte solamente de las mujeres, las del oficialismo y los partidos minoritarios de la oposición hemos votado, abteniéndose la otra mitad por razones de disciplina partidaria por habense declarado abstencionista los dos grandes partidos mayoritarios de la oposición.
Dos años antes, en 1930, tuve ocasión de llegar hasta mi pueblo natal, vuestro Colón de Entre Ríos.
Se realizaba un acto recordatorio a la memoria de mi padre, cuyos discípulos recordaban en él a quién les diera las primeras lecciones de conducta democrática.
Inaugurando en la escuela Juan José Passo el salón
