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Pretenden algunos que han vivido mucho tiempo entre los indios, que á consecuencia de estas costumbres debe haber mucha plata labrada enterrada en el Desierto. Por mi parte, creo que los cristianos, que ni le tienen tanto miedo á Gualicho, ni son pitagóricos, se han encargado de desenterrarla.

Lo cierto es, que según las noticias que mi comadre me daba, las honras fúnebres no se hacen con tanta pompa como antes.

Queriendo explicar el por qué del hecho, decía: «Yo no sé si será porque los cristianos han solido registrar las sepulturas ó porque ahora la plata vale más ».

Yo me inclino á creer que las dos causas combinadas van haciendo que los entierros sean menos lujosos.

En efecto, los indios tienen ahora muchas necesidades, les gusta mucho beber, tomar mate dulce, fumar, vestirse con ropa fina; y fácilmente se comprende que muriendo un deudo querido honren su memoria con sacrificios de caballos, vacas, yeguas, cabras y ovejas y que la plata se la guarden.

Mi comadre aseguró que, mientras no hubo cristianos entre los indios, no hubo ejemplo de que se viola ran las tumbas sagradas.

¿Será cierto que la civilización es corruptora ?

A pesar de lo dicho los indios no son sanguinarios ni feroces; prueba de ello es que jamás sacrifican á los manes de sus muertos víctimas humanas.

Matan á las viejas, es cierto; pero lo hacen porque las creen poseídas de Satanás. Y al fin del cuento, no es tanto lo que se pierde, dirán algunos.

Hablando seriamente, hay una verdad desconsoladora que consignar: que ciertos cristianos refugiados entre los indios son peores que ellos.

Conozco uno que queriendo sobresalir por su feroci-