Página:Una excursión a los indios ranqueles - Tomo II (1909).djvu/87

De Wikisource, la biblioteca libre.
Esta página no ha sido corregida
— 83 —

Le contesté á mi compadre que no tuviese cuidado.

Caiomuta se echó al coleto un trago, como un chorro de una limeta de aguardiente que llevaba en la mano derecha, y picando el caballo y vociferando insultos contra Baigorrita, á quien tachaba de ladrón, y diciéndoles á los otros que le siguieran, se lanzó á toda brida por unos arenales donde parecía imposible que el caballo corriera.

Queriendo evitar un segundo diálogo, me dirigí al toldo de mi compadre; pero viendo al padre Marcos con el desconocido, hice un rodeo y me acerqué á ellos.

— Y al fin de dónde eres?—le pregunté :—¡ de Chile, de Patagones ó de Bahía Blanca ?

No me contestó.

— Conque tienes lengua para pedir y no la tienes para contestar ?—agregué.

> —Yo no he pedido nada—contestó por primera ez con acento porteño.

—Lo que yo debía hacer era quitarte por soberbio lo que te he dado—le dije.

—Ahí está—murmuró con desprecio.

Me retiré. Aquel hombre me alteraba la sangre, y entré en el toldo de mi compadre.

Seguía picando tabaco.

Me hizo señas de que tomara asiento.

Me senté.

Trajeron puchero.

Comí.

A mi compadre le sirvieron un riñón de cordero, caliente, crudo y un bofe de vaca fiambre, aliñado con cebolla y sal.

Me ofreció un bocado.

Acepté.

El riñón era incomible, hedía como álcali volátil;