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Página:Una excursión a los indios ranqueles - Tomo I (1909).djvu/110

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embalsamando la atmósfera, cual pebeteros de la riente Natura; las aves pintadas de mil colores, cantando alegres á todas horas; los abigarrados reptiles serpenteando en todas direcciones; los millones de insectos que murmuran en incesante coro diurno y nocturno; el agua siempre abundante para consuelo del sediento viajero, y tantas, y tantas otras cosas que revelan la eternal grandeza de Dios, ¿dónde están aquí? me preguntaba yo, soliloqueando por entre los carbonizados y carcomidos algarrobos.

Y como siempre que bajo ciertas impresiones levantamos nuestro espíritu, la visión de la Patria se presenta, pensé un instante en el porvenir de la República Argentina el día en que la civilización, que vendrá con la libertad, con la paz, con la riqueza, invada aquellas comarcas desiertas, destituidas de belleza, sin interés artístico, pero adecuadas á la cría de ganados y á la agricultura.

Allí hay pastos abundantes, leña para toda la vida, y agua la que se quiera sin gran trabajo, como que inagotables corrientes artesianas surcan las Pampas convidando á la labor.

Cada médano es una gran esponja absorbente; cavando un poco en sus valles, el agua mana con facilidad.

La mente de los hombres de Estado se precipita demasiado, á mi juicio, cuando en su anhelo de ligar los mares, el Atlántico con el Pacífico, quieren llevar el ferrocarril por el Río 5.º.

La línea del Cuero es la que se debe seguir. Sus bosques ofrecen durmientes para los rieles, cuantos se quieran, combustibles para las voraces hornallas de la impetuosa locomotora.

Son iguales á los de Yuca, cuya explotación ha he-