Nadie se había quedado atrás. Según los cálculos del baqueano, Chamalcó tenía agua.
Esperamos un buen rato antes de dejar beber los animales.
Se reposaron y bebieron.
Nosotros hallamos un manantial al pie de un árbol magnífico, de robustez y frondosidad.
Cambiamos caballos y seguimos, saliendo á un gran descampado.
Respiré con expansión.
El europeo ama la montaña, el argentino la llanura.
Esto caracteriza dos tendencias.
Desde las alturas físicas, se contemplan mejor Ins alturas morales.
Los pueblos más libres y felices del mundo son los que viven en los picos de la tierra.
Ved la Suiza.
A poco andar volvimos á entrar en el monte. Aquí era más ralo. Podíamos galopar y era menester hacerlo para llegar con luz á Utatriquin—otra aguada, —porque la noche sería sin luna, salía á la madrugada.
Me apuré, cuanto la arboleda lo permitía, y llegamos á la etapa apetecida.
<Era la tarde, y la hora «En que el Sol la cresta dora <De los Andes...> Esta aguada es un inmenso charco de agua revuelta y sucia, apenas potable para las bestias.
En previsión de que no estuviera buena, habíamos llenado los chifles en Chamalcó.
Habíamos marchado muy bien, ganando más terreno del que esperaba, no tenía por qué apurarme ya.
Podía descansar un buen rato, lo que les haría mu-