mansión, otro necesitado. Le sigue con éxito semejante al de los pasados convites.
4 Hay noches en que las idas y venidas del pobre quatorziéme exceden toda ponderación.
Ha ganado bien su dinero, porque cada viaje se paga, pero ha pasado por el suplicio de Tántalo.
La civilización de Buenos Aires debe pensar seriamente en esto. No soy un alarmista. Pero sostengo que así como estamos amenazados de muchas pestes por falta de policía municipal, hace muchos años que la educación se descuida inculcar en los niños esta idea:
uno de los mayores defectos sociales es hacer esperar.
Tan es así, que me acuerdo yo de un andaluz que vivió once años de huésped en casa de una tía mía.
Un día anunció que se iba á su tierra. ¡Ya era tiempo!
Su despedida consistió en esto:
—Señora, usted no puede tener queja de mí, siempre he estado presente á la hora fija de almorzar y comer.
Con lo cual se marchó, habiendo dicho no poco, que el que no ha esperado jamás gente á comer, porque nunca ha dado comidas, habiéndose limitado á comerlas, no sabe lo que es esperar un huésped ó un convidado.
Indudablemente debe haber una enfermedad que los médicos no conocen, proveniente de la impaciencia de esperar gente á comer.
La ciencia no tardará en descubrirla y en agregarla á la nomenclatura patológica.
Creo haberte explicado suficientemente, Santiago amigo, que si esta décimatercia carta no se publicó ayer, ha sido porque fué martes y porque su número es fatal.
Cuando me moví de Utatriquin :
«The bright sun was extinguish'd, and the stars