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«Did wander darkling in the eternal space».

La noche estaba bastante obscura. El monte era muy espeso y en las sendas de la rastrillada había muchos troncos de árbol y pequeños arbustos. Era sumamente incómodo para el caballo y para el jinete.

Teníamos que andar muy despacio. Nos dormíamos...

De vez en cuando una rama de algarrobo ó de chañar, azotaba la faz del caminante y le sacaba de su sopor.

La lentitud del aire de la marcha hacía que mi comitiva no fuera en tanta dispersión como otras ocasiones.

Yo iba mustio y callado, como la misma noche.

Pensaba en el instante inesperado que marca más tarde ó más temprano en el cuadrante de la vida, el pasaje de lo conocido á lo desconocido, de la triste realidad á un quién sabe más triste aún; á un estado inconsciente, al vacío, á la nada; pensaba en lo que serían mis días hasta ese instante solemne en que extinguiéndose mi vista, mi voz, con el último soplo de vida, me quede todavía aliento para reunir todas las fuerzas de mi espíritu y decirm á mí mism : ¡Me muero!

Y pensando en esto, me engolfé en otras reflexiones y cuando la duda horrible y desgarradora me asaltó, recordé á Hamlet:

...To die,—to sleep...

To sleep! perchance to dream.

Me quedé como soñando... Veía todos los objetos envueltos en una bruma finísima de transparencia opaca; los árboles me parecían de inconmensurable altura, vi desfilar confusas muchedumbres, ciudades tenebrosas, el cielo y la tierra eran una misma cosa, no había espacio...