Página:Una excursión a los indios ranqueles - Tomo I (1909).djvu/123

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Un día arreglamos al fin, después de mucho trabajo, cómo habíamos de fugar.

Yo debía sacar á la Petrona de su casa en la noche.

Antonio me acompañaría, para cuidar la ventana, que era por donde había de entrar. No podíamos descuidarnos con el juez.

La ventana caía al cuarto del padre de Petrona que era jugador, muy jugador, lo mismo que Antonio. En ese tiempo había hecho una gran ganancia. A Antonio le había ganado todas sus prendas y éste le andaba con ganas.

Petrona dejó apretada la ventana. Una tía le acompañaba y dormía junto con ella, en el mismo cuarto.

Doña Romualda, la madre, andaba por el puesto.

Esa noche era muy linda ocasión, porque el padre de Petrona estaba de tertulia.

Tempranito estuvo Antonio en ella y vino á avisarme que el hombre ganaba ya mucho, diciéndome que si no nos apurábamos erraríamos el golpe.

Aunque la hora convenida con Petrona era cuando la diesen las britas, me resolví á ir un poco más temprano.

Todo estaba pronto, caballos y con que comprar algo por el camino. Yo tenía algunos reales.

Salimos de casa de Antonio, llegamos á la ventana de Petrona, la empujamos despacito y salté yo sin hacer ruido dejándola abierta. Cuando estuve en el cuarto oí roncar. Era el padre de Petrona, que según los cálculos de Antonio, se había retirado de su tertulia antes de la hora acostumbrada.

Antonio sintió los ronquidos y me dijo en voz baja :

vámonos, ché, hoy no se puede.

No quise obedecerle, y por toda contestación le dije, ¡chit!

El cuarto estaba obscuro, tenía que caminar en pun-