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Página:Una excursión a los indios ranqueles - Tomo I (1909).djvu/147

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Soy el coronel Mansilla—repuse, imitando su postura, y añadiendo: ¿cómo está el cacique Ramón?

Contestóme que estaba bueno, que mandaba saludarme con todos mis jefes y oficiales, y á saber por qué razón habiendo llegado á sus tierras, pasaba de largo por ellas.

Le dije, agradeciéndole el saludo: que no pasaba de largo por sus tierras, callado la boca; que el día antes había adelantado al indio Angelito y al cabo Guzmán con un mensaje.

Me dijo, que precisamente de ahí nacía la sorpresa de Ramón, que ellos habían dicho que antes de llegar á las tolderías del cacique Mariano, yo pasaría por las de Ramón.

Seguimos cambiando palabras sobre este tópico, y no tardé en apercibirme de que el cacique Ramón hacía una mixtificación exprofeso del mensaje que recibiera.

Ni el indio Angelito, el cabo Guzmán podían haberse equivocado. Era sumamente difícil. Yo me aseguré antes de despacharlos de Coli—Mula de que me habían entendido perfectamente bien.

Por otra parte, mi carta al cacique Mariano era terminante, y las tolderías de éste no distan tanto de las de Ramón, como para que no hubiera tenido tiempo de prevenirlo.

Mi diálogo con el caballero Bustos, se prolongó bastante, porque él hablaba castellano lo mismo que yo.

Me avisaron que los caballos estaban prontos, preguntándome si quería mudar el mío.

Contesté que sí, que me tomaran otro; y ofreciéndole á Bustos un cigarro, eché pie á tierra, convidándole á hacer lo mismo, le dije que pensaba llegar en un rato al toldo de Mariano Rosas.