Página:Una excursión a los indios ranqueles - Tomo I (1909).djvu/180

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Al padre y la madre se los llevaron y los vendieron á los chilenos, para una carga de bebida, que son dos barrilitos de aguardiente. Y he oído decir que están en una estancia cerca de Mucum.

Y esto diciendo, Crisóstomo tomó resuello, como para seguir su narración.

—¿Y has ido á maloquear (invadir), muchas veces?

—Sí, mi Coronel, ¡qué hemos de hacer! hay que buscarse la vida.

— Y tienes ganas de salir á los cristianos?

—Estoy casado con una china y tengo tres hijoscontestó, como leyéndose en sus ojos que sí tenía ganas de salir á los cristianos; pero que no lo haría sin su mujer y sus hijos.

Francamente, estos sentimientos paternales me hacían olvidar al hombre que le diera la puñalada á Inés.

¡Qué abismos insondables de ternura y de fiereza oculta en sus profundidades tempestuosas el corazón humano!

Me iba perdiendo en reflexiones, cuando se oyeron varias voces: ¡Ya vienen cerca los bultos colorados!

—No te vayas, Crisóstomo—le dije, y levantándome fuí á posarme en un mogote del terreno para ver mejor los bultos.

—Son dos chinas— dijeron unos.

—Y viene un indio con ellas—otros.

Los bultos se acercaban á media rienda.

Llegaron, saludaron cortésmente en castellano y preguntaron por el Coronel Mansilla.

—Yo soy—les contesté,—echen pie á tierra.

El indio se apeó al punto. Las chinas recogieron el pretal de pintadas cuentas que les sirve de estribo bajaron del caballo con cierta dificultad por la estrechez de la manía en que van envueltas.