Me daban un solo sobre el modo de tratar á los indios, sobre las relevantes prendas del carácter de Ramón, su cacique inmediato, en los momentos que se presentó un precursor de Caniupán, diciéndome que éste no tardaría en llegar; que en Leubucó se hacían grandes preparativos para recibirme, ponderando con tales aspavientos la indiada que se había reunido, los cohetes que se quemarían, que era cosa de chuparse los dedos de gusto, pensando en la imperial recepción que me aguardaba.
Presentóse por fin Caniupán con unos cuarenta individuos vestidos de parada, es decir, montando briosos corceles, enjaezados con todo el lujo pampeano, con grandes testeras, coleras, petrales, estribos y cabezadas de plata, todo ello de gusto chileno.
Los jinetes se habían puesto sus mejores ponchos y sombreros, llevando algunos bota fuerte, otros de potro y muchos la espuela sobre el pie pelado.
Levanté campamento; me despedí de las visitas, y escoltado por Caniupán, tomé el camino de Leubucó.
Mañana haré mi entrada triunfal allí.