Página:Una excursión a los indios ranqueles - Tomo I (1909).djvu/207

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calamidad para una mujer ser en extremo fea. Pero ¿qué mujer sostendrá que es una desgracia ser en extremo hermosa ?

¡ Cuando he dicho que estoy fatal para las digresiones !

Volvamos á la junta, á ver si se parece ó no á lo que he dicho.

Reúnese ésta, nómbrase un orador, una especie de miembro informante, que expone y defiende contra uno, contra dos, ó contra más, ciertas y determinadas proposiciones. El que quiere le ayuda.

El miembro informante suele ser el cacique. El discurso se lleva estudiado, y el tono y las formas son semejantes al tono y las formas de la conversación en parlamento, con la diferencia de que en la junta se admiten las interrupciones, los silbidos, los gritos, las burlas de todo género. Hay juntas muy ruidosas, pero todas, excepto algunas memorables que acabaron á capazos, tienen el mismo desenlace. Después de mucho hablar, triunfa la mayoría aunque no tenga razón.

Y aquí es el caso de hacer notar que el resultado de una junta se sabe siempre de antemano, porque el cacique principal tiene buen cuidado de catequizar con tiempo á los indios capitanejos más influyentes en la tribu.

Todo lo cual prueba que la máquina constitucional llamada por la libertad Poder Legislativo, no es una invención moderna extraordinaria; que en algo nos parecemos á los indios, ó como diría Fray Gerundio:

que en todas partes se cuecen habas.

Como las explicaciones de Mora interesasen, prolongué la parada hasta que no quedó ya nada que saber en materia de conversaciones pampeanas.

—¡Vamos! le dije á Caniupán, y diciendo y haciendo seguimos el camino de Leubucó. Los indios se tendieron al galope. Por no recibir su polvo los imité.