Tiene buena salud, una renta fija, una clientela segura: nadie le inquieta, ni le amenaza, ni le fulmina.
Es un desconocido; pero es una potencia.
La suerte debe entrar por mucho; porque de balde no han inventado el refrán: «Suerte te dé Dios, hijo, que el saber poco te vale».
Y el apellido ha de influir también algo.
Es muy raro hallar un hombre que aborrezca á otro que no sabe cómo se llama.
Por eso, sin duda, los brasileños se mudan el nombre.
El otro día no se me ocurrió esto.
Cuando acabe de leer mi tratadito, he de estar ya en estado de curarme de todas mis supersticiones.
Dentro de poco voy á ser un hombre completo, moralmente, bien entendido.
¿ Entonces sí, á que todo cuanto emprenda me sale á las mil maravillas ?
¿A que si entablo un pleito gano?
¿ A que si emprendo un viaje no naufrago?
¡A que si compro billetes de lotería me saco una suerte mayor?
¿A que si hago una campaña me dan un premio ?
¿A que si vuelvo á los indios no me sucede lo que me ha sucedido—que me hagan esperar tanto en el camino?
¿Será cierto que la experiencia es madre de la ciencia ?
Sin duda, por eso dicen que el Diablo no sabe tanto por ser Diablo, cuanto por ser viejo.
Se me había olvidado anotar, al enumerar mis creencias, que también creo en este caballero. Le he visto varias veces.
¡Será cierto que mi anciano padre tiene razón en los consejos que me ha dado y me da consejos que en