mi petulancia moderna jamás he querido seguir, tanto que para saber cómo piensa él no hay más que averiguar cómo pienso yo?
¿Será cierto que la cadena del mundo moral se forma así vinculando la amarga experiencia de ayer con los desencantos de hoy, metodizando y conformando nuestra vida según los preceptos de los que han vivido y visto más que nosotros, orgullosos filósofos de papel?
i Será cierto que el muchacho más instruido, más aventajado, más sabio, al lado de su padre será siempre un niño de teta, un pigmeo?
¡Santiago amigo! ¡Será cierto que tu padre sabe más que tú ?
¿Que el general Guido sabía más que Carlos, que es un pozo de sabiduría?
¿Que don Florencio Varela sabía más que Héctor, que sabe tantas cosas?—más que Mariano, lo dudo.
¿Que mi padre sabe más que yo, que no soy muy atrasado que digamos, particularmente en estudios sociales ?
A mí me da por ahí. Mi fuerte es el conocimiento de los hombres.
¡Pero éstos me reservan unos desengaños!
Es con lo que pienso argüir al mocoso de mi hijo, cuando se me levante con el santo y la limosna, que no tardará en suceder.
Ya ha empezado á hacer actos espontáneos, calculados para desprestigiar mi autoridad paternal, á gastar más de lo que debe, siendo objeto de privadas murmuraciones en la familia, y metiéndose á estudiar medicina contra mis consejos.
¡Estudiar medicina sin mi consentimiento! ¡Pues es disparate!
Sólo puedo comparar semejante aberración, en un siglo como éste, en que yo le curo homeopáticamente