Página:Una excursión a los indios ranqueles - Tomo I (1909).djvu/244

De Wikisource, la biblioteca libre.
Esta página no ha sido corregida
— 240 —

pecie de maestro de ceremonias, me presentó á Epumer.

Nos hicimos lo mismo que con su hermano, en medio de incesantes y atronadores ¡¡¡aaaaaaaa!!!

Luego vino Relmo,—igual escena á la anterior:

¡¡¡aaaaaaaa!!!

En seguida Cayupán,—lo mismo: ¡¡¡aaaaaaaa!!!

En pos de éste, Melideo (alias) cuatro ratones, indio sólido como una piedra, de regular estatura; pero panzudo, gordo, pesado, ¿como quién? como mi camarada Peña, el edecán del Presidente.

Aquí fueron los apuros para cargarlo y suspenderlo.

Mis brazos lo abarcaban apenas; hice un esfuerzo, el amor propio de hombre forzudo estaba comprometido, no alcanzarlo me parecía hasta desdoroso para los cristianos; redoblé el esfuerzo y mi tentativa fué coronada por el éxito más completo, como lo probaron los ¡¡¡aaaaaaaaaaaaa!!! dados esta vez con más ganas y prolongados más que los anteriores.

Aquello fué pasaje de comedia, casi reventé, casi se ne salieron los pulmones, porque esto de tener que dar un grito que haga estremecer la tierra al mismo tiempo que el cuerpo se encorva, haciendo un gran esfuerzo para levantar del suelo un peso mayor que el de uno mismo, es asunto serio del punto de vista de la fisiología orgánica; pero que más que á todo se presta á la risa.

Imaginaos á Orión, á este querido amigo, de quien la biografía dirá algún día, que tenía la impaciencia del bien, el sentimiento delicado de la amistad, todo el talento chispeante del porteño, y bajo una corteza de escéptico, por cierta inclinación al caricato, un corazón de oro,—imaginaos, decía, á este amigo, en ur día de público regocijo, el próximo 9 de julic, verbigracia, en la Plaza de la Victoria, muy emperifollado