Página:Una excursión a los indios ranqueles - Tomo I (1909).djvu/256

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copa, jarro ó cuernito exactamente, como él lo bebiera, se lo pasa al contrario, y éste se lo echa al coleto diciendo ya paí.

Si el yapaí ha sido de media cuarta, media cuarta hay que beber.

Por supuesto que no conozco nada peor visto que una persona que se excusa de beber, diciendo :—No sé.

En un hombre tal, jamás tendrían confianza los indios.

Así como en toda comida bien dirigida, hay siempre un anfitrión que la preside, que hace los honores, que la anima; así también en todo beberaje de indios hay uno que lleva la palabra; es el que hace el gasto, por lo común.

Esta vez, el que hacía el gasto ostensiblemente era Mariano Rosas, en realidad el Estado, que le había dado sus dineros al Padre Burela para rescatar cautivos.

Pero aunque Mariano Rosas hacía el gasto y era el dueño de la casa, Epumer, su hermano, era el anfitriển.

Epumer es el indio más temido entre los ranqueles, por su valor, por su audacia, por su demencia cuando está beodo.

Es un hombre como de cuarenta años, bajo, gordo, bastante blanco y rosado, ñato, de labios gruesos y pómulos protuberantes, lujoso en el vestir, que parec tener sangre cristiana en las venas, que ha muerto á varios indios con sus propias manos, entre ellos á un hermano por parte de madre, que es generoso y desprendido, manso estando bueno de la cabeza, que no estándolo le pega una puñalada al más pintado.

Con este nene tenía que habérmelas yo.

Llevaba un gran facón con vaina de plata cruzado por delante, y me miraba por debajo del ala de un