Página:Una excursión a los indios ranqueles - Tomo I (1909).djvu/292

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—Así es, me he salvado.

288 —Y has hecho bien—le dije.—Dios no abandona nunca á los que creen en élmi Coronel, por eso esa vez, y después otras —¿Y qué hizo tu madre?

Cedió á mis ruegos, y se fué diciendo: esta noche le voy á poner velas á la Virgen y ella nos ha de amparar.

Y como la Virgencita del nicho, de que antes le he hablado, mi Coronel, era muy milagrosa, sucedió 1:

que mi vieja esperaba, me salvó.

Miguelito hizo una pausa.

Yo me quedé filosofando.

¡Filosofando!

Sí; filosofar es creer en Dios ó reconocer que el mayor de los consuelos que tienen los míseros mortales, es confiar su destino á la protección misteriosa, omnipotente de la religión.

Por eso al grito de los escépticos, yo contesto, co mo Fenelón :

¡Dilatamini!

Si hay un ananké, (1) hay también quien mira, quien ve, quien protege, resguarda, ama y salva á sus criaturas, sin interés.

Cuando me arranquéis todo, si no me arrancáis esa convicción suave, dulce, que me consuela y me fortalece, ¿qué me habréis arrancado?

(1) var en griego: fatalidad.