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XXX

Mi vademecum y sus méritos.—En qué se parece Orión á Roqueplán.—Dónde se aprende el mundo.—Concluye la historia de Miguelito Quiero empezar esta carta ostentando un poco mi erudición á la violeta.

Yo también tengo mi vademécum de citas—es un tesoro como cualquier otro.

Pero mi tesoro tiene un mérito. No es herencia de nadie. Yo mismo me lo he formado.

En lugar de emplear la mayor parte del tiempo en pasar el tiempo, me he impuesto ciertas labores útiles.

De ese modo, he ido acumulando, sin saberlo, un bonito capital, como para poder exclamar cualquier día: anche io son pittore.

Mi vademécum tiene, á más del mérito apuntado, una ventaja. Es muy manuable y portátil. Lo llevo siempre en el bolsillo.

Cuando lo necesito, lo abro, lo hojeo y lo consulto en un verbo.

No hay cuidado que me sorprendan con él en la mano, como á esos literatos cuyo bufete es una especie de sancta sanctórum.

UNA EXCURSIÓN 19.—TOMO I