Y has vuelto saber de la Dolores?—le pregunté.
—Sí, mi Coronel—me contestó,—se 'o voy á confesar porque usted es hombre bueno, por lo que he visto y las mentas que les he oído á los muchachos que vienen con usted.
—Puedes tener confianza en mí—repuse.
Y él prosiguió:
—Siempre que puedo hacer una escapada, si te gu buenos caballos, me corto solo, tomo el camino de la laguna del Bagual, llego hacia el Cuadril, espero en ins montes la noche. Paso el Río 5.º, entro en Villa de Mercedes, donde tengo parientes, me quedo allí por unos días, me voy después en dos galopes al Morro, me escondo en el Cerro, en lo de un amigo, y de noche visito á mi vieja y veo á la Dolores que viene á casa con la chiquita.
—i Entonces tuvo una hija?—le dije.
—Sí, mi Coronel—me contestó.—¡No le conté antes que nos habíamos desgraciado?
—¡ Y á tu mujer no la sueles ver?
—¡ Mi mujer!—exclamó, lo que hizo fué enredarse con un estanciero.
Y dice la muy perra que está esperando la noticia de mi muerte para casarse. ¡ Y que se casaban con ella! Como si fuera tan linda!
i — Y otros paisanos de los que están aquí salen como tú y van á sus casas ?
—El que quiere lo hace; usted sabe, mi Coronel, que los campos no tienen puertas; las descubiertas de los fortines, ya sabe uno á qué hora hacen el servicio, y luego, al frente casi nunca salen.
Es lo más fácil cru zar el Río 5.º y la línea, y en estando á retaguardia ya está uno seguro, porque quién le faltan amigos?