Página:Una excursión a los indios ranqueles - Tomo I (1909).djvu/306

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conociendo mi debilidad, se divertía conmigo, como yo podía haberlo hecho con un muchacho.

No hay que asombrarse de esto. La memoria en los animales, á falta de otras facultades, está sumamente desarrollada.

Cualquier caballo, mula, jumento ó perro, nos aventaja en conocer el intrincado camino por donde tenemos costumbre de andar.

Los pájaros se trasladan todos los años de un país á otro, emigrando á más ó menos distancia, según sus necesidades fisiológicas.

Ahí están las golondrinas que, después de larga ausencia vuelven á la guarida de la misma torre, del mismo techo, del mismo tejado, que habitaron el año anterior.

Queda de consiguiente fuera de duda que lo que el perro hacía conmigo, lo hacía á sabiendas. ¡ Pícaro perro!

Hubo un momento en que casi lo dominé. ¡ Ilusión de un alma pusilánime!

Al primer amago de carga eché á correr con escopeta y todo ; los ladridos no se hicieron esperar, esto aumentó el pánico, de tal modo, que el animal ya no pensaba en mí y yo seguía desolado por esos campos de Dios.

Y sin embargo, si yo hubiera ido en compañía de alguna dama, el muy astuto no me corre.

Y ella habría huído.

Las mujeres tienen el don especial de hacernos hacer todo género de disparates, inclusive el de hacernos matar.

Yo me bato con cualquier perro, aunque sea de presa, por una mujer, aunque sea vieja y fea, si soy su cabaleiro servente.

Otro se suicida por una mujer, con pistola, navaja