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Página:Una excursión a los indios ranqueles - Tomo I (1909).djvu/315

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cía abundantes cosechas; que el estrépito de los malones invasores había cesado, pensando sólo, aquellos bárbaros infelices, en multiplicarse y crecer, en aprovechar las estaciones propicias, en acumular y guardar, para tener una vejez tranquila y legarles á sus hijos un patrimonio pingüe; que yo era el patriarca respetado y venerado, el benefactor de todos, y que el espíritu maligno, viéndome contento de mi obra útil y buena, humanitaria y cristiana, me concitaba á una mala acción, á dar mi golpe de estado.

¡ Mortal! me decía, aprovecha los días fugaces. ¡No seas necio, piensa en ti, no en la Patria!

La gloria del bien es efímera, humo, puro humo.

Ella pasa y nada queda. ¡No tienes mujer é hijos?

Pues bien. ¡ No te obedecen y te siguen, no te quieren y respetan estos rebaños humanos?

Pues bien.

¿No tienes poder, no eres de carne y huesos no amas el placer ?

Pues bien.

Apártate de ese camino, ¡ insensato! ¡ Imprevisor, loco! Escucha la palabra de la experiencia, hazte proclamar y coronar emperador! Imita á Aurelio I.

Tienes un nombre romano, Lucius Victorius imperator sonará bien al oído de la multitud.

Yo escuchaba con cierto placer mezclado de desconfianza las amonestaciones tentadoras; ideaba ya si el trono en que me había de sentar, la diadema que había de ceñir y el cetro que había de empuñar, cuando subiera al capitolio, serían de oro macizo, ó de cuero de potro y de madera de calden, cuando una voz que conocí entre sueños llamó á mi puerta diciendo:

— Coronel Mansilla!

No contesté de pronto. Reconocí la voz, la había oído hacía poco; pero no estaba del todo despierto.