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Página:Una excursión a los indios ranqueles - Tomo I (1909).djvu/328

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Al poco tiempo de estar Mariano Rosas en su tierra, su padrino, que no daba puntada sin nudo, viendo que el pájaro se le había escapado de la jaula, y que es bueno tener presente, que quien cría cuervos se expone á que éstos le saquen los ojos, le mandó un regalo.

Consistía en doscientas yeguas, cincuenta vacıs y diez toros de un pelo, dos tropillas de overos neg.os con madrinas obscuras, un apero completo con muchas prendas de plata, algunas arrobas de hierba y azúcar, tabaco y papel, ropa fina, un uniforme de *nel y muchas divisas coloradas.

Con este regio presente iba una afectuosa misiva, que Mariano conserva, concebida más ó menos así:

«Mi querido ahijado: No crea usted que estoy enojado por su partida, aunque debió habérmelo prevenido para evitarme el disgusto de no saber qué se nabia hecho. Nada más natural que usted quisiera ver á sus padres, sin embargo que nunca me lo manifestó. Yo le habría ayudado en el viaje haciéndolo acompañar.

Dígale á Painé que tengo mucho cariño por él, que le deseo todo bien, lo mismo que á sus Capitanejos é indiadas. Reciba ese pequeño obsequio que es cuanto por ahora le puedo mandar. Ocurra á mí siempre que esté pobre. No olvide mis consejos porque son los de un padrino cariñoso, y que Dios le dé mucha salud y larga vida. Su afectísimo—Juan de Rosas.

Esta cartita meliflua y calculada, llevaba un apéndice insignificante al parecer :

«Post Data. Cuando se desocupe, véngase á visitarme con algunos amigos ».

Difícil y algo más que difícil, ardua cosa es desentrañar las intenciones del más inocente mortalla Que cada cual comente á su manera la carta y post data susodichas, pues.