—i Federal ?
—No.
—i Usted es sobrino de Rosas?
—Sí.
—¿¡ Salvaje?
—No.
— 337 —Y entonces, qué es?
—¡Qué te importa!
El negro frunció la frente, y con voz y aire irrespetuoso :
—No me trate mal porque soy negro y pobre, ide dijo:
—No seas insolente—le contesté.
—Aquí todos somos iguales, repuso, agregando algo indecente.
Agarré una astilla de leña enorme, levanté el brazo, y diciéndole: ahora verás,—iba á darle un garrotazo, cuando mi comadre Carmen me contuvo, diciéndome:
—No le haga caso, compadre, á ese negro borracho.
Dirigióse á él hablándole en araucano, y el negro, que se había puesto de pie, volvió á sentarse, diciéndome:
—Dispense, su mercé.
—¡Estás dispensado — le contesté, — pero cuidado con volver á tratarme como me has tratado!
Intentó desplegar su acordeón. Era en vano. Me hacía el efecto de una lima de acero, que raspa los dientes.
Tuvo que renunciar á su pasión filarmónica. Tomó la palabra, y siguió hablando de sus opiniones políticas, y de las delicias de aquella tierra.
—Aquí hay de todo, mi Coronel, me decía. Al que es hombre de bien, lo tratan bien, y al que es pícaro, UNA EXCURSIÓN 22.—TOMO I