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Página:Una excursión a los indios ranqueles - Tomo I (1909).djvu/341

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— 337 —

—i Federal ?

—No.

—i Usted es sobrino de Rosas?

—Sí.

—¿¡ Salvaje?

—No.

— 337 —Y entonces, qué es?

—¡Qué te importa!

El negro frunció la frente, y con voz y aire irrespetuoso :

—No me trate mal porque soy negro y pobre, ide dijo:

—No seas insolente—le contesté.

—Aquí todos somos iguales, repuso, agregando algo indecente.

Agarré una astilla de leña enorme, levanté el brazo, y diciéndole: ahora verás,—iba á darle un garrotazo, cuando mi comadre Carmen me contuvo, diciéndome:

—No le haga caso, compadre, á ese negro borracho.

Dirigióse á él hablándole en araucano, y el negro, que se había puesto de pie, volvió á sentarse, diciéndome:

—Dispense, su mercé.

—¡Estás dispensado — le contesté, — pero cuidado con volver á tratarme como me has tratado!

Intentó desplegar su acordeón. Era en vano. Me hacía el efecto de una lima de acero, que raspa los dientes.

Tuvo que renunciar á su pasión filarmónica. Tomó la palabra, y siguió hablando de sus opiniones políticas, y de las delicias de aquella tierra.

—Aquí hay de todo, mi Coronel, me decía. Al que es hombre de bien, lo tratan bien, y al que es pícaro, UNA EXCURSIÓN 22.—TOMO I