impriman muchos periódicos y circulen muchas mentiras. En que se edifiquen muchas casas, con muchas piezas y muy pocas comodidades. En que funcione un gobierno compuesto de muchas personas como Presidente, Ministros, Congresales, y en que se gobierne lo menos posible. En que haya muchísimos hoteles y todos muy malos y todos muy caros.
Verbigracia, como uno en que yo paré la última noche que dormí en el Rosario que intenté dormir para ser más verídico.
Son precisamente las camas de ese hotel, las que me han sugerido estas reflexiones tan vulgares.
¡Ah! en aquellas camas había de cuanto Dios crió, el quinto día, que si mal no recuerdo, fueron: «los animales domésticos, según su especie y los reptiles de la tierra, según su especie.
» Todo lo cual, según afirma el Génesis, el Supremo Hacedor vió que era bueno, aunque es cosa que no me entra á mí en la cabeza, que los animales domésticos del referido hotel del Rosario hayan jamás sido cosa buena; y menos la noche en que yo estuve en él, en que juraría, á fe de cristiano, que me parecieron algo más que cosa mala, cosa malísima, tan insoportable que me creo en la obligación de preguntar:
¿No tiene la civilización el deber de hacer que se supriman esas cosas, que pudieron ser buenas al principio del mundo, pero que pueden ser puestas en duda en un siglo en que tenemos cosas tan buenas como las del Orión ?
¿ Qué hacen los gobiernos entonces ?
No nos dice la civilización todos los días en grandes letras que el gobierno es para el pueblo?
¿Que en lugar de invertir los dineros públicos en torpes guerras debe aplicarlos á mejorar la condición del pueblo?