Página:Una excursión a los indios ranqueles - Tomo I (1909).djvu/91

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escasa experiencia, que mejor se duerme en la calle ó en la Pampa que en algunos hoteles.

Sonaban los cencerros de las tropillas; cada cual se preparaba para subir á caballo, habiendo olvidado sus penas alrededor del fogón:

<Y en el Oriente nubloso «La luz apenas rayando, <Iba el campo tapizando <De claro oscuro verdor.> Galopábamos, aprovechando la fresca de la mañana, y á la derecha en lontananza se veían ya los primeros montes de Tierra Adentro.

Me proponía llegar al Cuero temprano.

Apenas salimos de Coli—Mula comprendí que no lo conseguiría.

El campo estaba cubierto de agua, y quebrándose en altos médanos, en cañadas profundas y guadalosas nos obligaba á marchar despacio.

Los caballos hubieran soportado bien una marcha acelerada; las mulas no.

Y, sin embargo, por muy despacio que anduve se quedaron atrás, porque á cada rato se caían con las cargas y había que perder tiempo en enderezarlas.

Más allá de un lugar en el que hay agua y leña, y cuyo nombre es Ralico, el terreno se dobla sensiblemente formando varios médanos elevados, y es de allí de donde se divisan ya los montes del Cuero.

Los campos comienzan á cambiar de fisonomía y la vista no se cansa tanto espaciándose por la sábana pero monótona como el mar en calma.

Sin contrastes, hay existencia, no hay vida.

Vivir es sufrir y gozar, aborrecer y amar, creer y ludar, cambiar de perspectiva física y moral.

Esta necesidad es tan grande, que cuando yo estaba