en el Paraguay, Santiago amigo, voy á decirte lo que solía hacer, cansado de contemplar desde mi reducto de Tuyutí todos los días la misma cosa; las mismas trincheras paraguayas, los mismos bosques, los mismos esteros, los mismos centinelas; ¿sabes lo que hacía?
Me subía al merlón de la batería, daba la espalda al enemigo, me abría de piernas, formaba una curva con el cuerpo y mirando al frente por entre aquéllas, me quedaba un instante contemplando los objetos al revés.
Es un efecto curioso para la visual, y un recurso al que te aconsejo recurras cuando te fastidies ó te canses de la igualdad de la vida, en esa vieja Europa que se cree joven, que se cree adelantada y vive en la ignorancia, siendo prueba incontestable de ello, como diría Teófilo Gauthier, que todavía no ha podido inventar un nuevo gas para reemplazar el Sol.
La América, ó mejor dicho, los americanos (del Norte) la van á dejar atrás si se descuida.
Por lo pronto, nosotros vamos resolviendo los problemas sociales más difíciles—degollándonos, y las teorías y las cifras de Malthus sobre el crecimiento de la población no nos alarman un minuto.
Tenemos grandes empíricos de la política, que todos los días nos prueban, que el dolor puede ser no sólo un anestésico, sino un remedio; que las tiranías y la guerra civil son necesarias, porque su consecuencia inevitable, fatal, es la libertad.
Esto te lo demuestran en cuatro palabras y con espantosa claridad, al extremo que nuestra juventud tiene ya sus axiomas políticos de los que no apea, creyendo en ellos á pie juntillas, y demostrándolos prematuramente á su vez por A. B.