Página:Una traducción del Quijote (1).djvu/20

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Al verle entrar Damián, su antiguo y fiel criado, quedóse sorprendido observando la dolorosa agitación que revelaba su semblante.

— Damián, —dijo el jóven dejándose caer sobre una silla;— ¿mañana es jueves?

— Si, señorito.

— Dia de mercado.

— Creo que sí.

— Pues bien, mañana, irás al mercado y venderás el caballo.

— ¿Qué caballo? —preguntó el criado, no seguro de haber oido bien.

— ¿Cuál ha de ser? Rustan. ¿Tenemos otro acaso?

— ¡Vender Rustan! —exclamó Damián en el colmo del asombro.— ¿El caballo de su padre de V?...

— Si, el caballo de mi padre, —interrumpió el jóven;— la caja de oro de mi padre, el bastón de concha de mi padre; todos los objetos de algún valor.

Damián estaba mudo de sorpresa, y miraba á su jóven amo creyendo descubrir en su semblante síntomas de locura. Aun en dias de las mayores privaciones, Miguel no habia querido desprenderse de aquellas prendas amadas.

— Tengo que emprender un largo viaje, —repuso el jóven.

— ¡Usted solo, señorito?

— Ni me atrevo á proponerte que me acompañes; porque el país adonde voy es muy lejano y poco conveniente á tu edad, sobre todo no contando con más recursos que la Providencia; ni me decido á separarme de ti dejándote abandonado.

— Señorito, dijo el fiel criado; — ¿hay posibilidad de que yo acompañe á V., como siempre?

— Creo que sí.

— Este pobre viejo ¿no servirá á V. de estorbo?

— ¿Qué dices, Damián? ¿Por ventura puede estorbar un padre? Y tú hace muchos años que lo eres para mi.

— Pues entónces, si V. me lo permite, le serviré y le seguiré hasta el fin del mundo.