Página:Una traducción del Quijote (2).djvu/17

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al principio de la afección, se obtienen resultados maravillosos por medio de las grandes emociones, y si por mi fuera pondría en práctica uno.

— ¿Cuál? — preguntaron á la vez el Príncipe y Madlle. Guené.

— La vista del objeto amado.

— ¿Ver á mi hija? — exclamó el Príncipe.

— Sí, señor. Yo creo que en la locura, aunque no aparentemente, muchas veces hay lesiones orgánicas, á las cuales conviene acudir con la mayor prontitud posible, sobre todo si la locura es momentánea y pasajera; pues por este medio se evita tal vez el que se haga crónica, si me es permitida esta palabra.

— Por mi parte — dijo el Príncipe —no hallo inconveniente en que ese jóven vea á mi hija: ella le espera y yo he venido con ese objeto.

— Pues siendo asi, —repuso el médico,— ahora mismo, si es posible: yo le acompañaré.

— Me temo, —observó la modista— que M. Miguel no consienta.

— Trataremos de conseguirlo: ese jóven me aprecia. Ahora veámosle.

Madlle. Guené y el médico subieron á la habitación de Miguel, á quien hallaron sentado tranquilamente junto á la chimenea, absorto, al parecer, en honda meditación.

Conoció á ambos, hizo que Damian acercase sillas y dio la mano al médico.

— He venido, —dijo éste,— á ver cómo estábais: desde que entrásteis en convalecencia, no he tenido el gusto de veros.

— Me hallo muy bien; mil gracias, —contestó Miguel.

— Yo no sé qué he oido decir respecto á vos, —repuso el médico;— creo que tratais de volver á España.

— Por ahora no; más adelante tal vez.

— Es que no sé de dónde he sacado yo que habiais heredado.

Miguel hizo un brusco movimiento, y luego con acento de infantil disimulo, dijo:

— No, nada, amigo doctor; estoy tan pobre como siempre, y no sé por qué he de haber variado. No tengo á nadie á quien heredar, y si entrasen aqui ladrones con objeto de robarme, buen chasco se llevarían.— Y al decir estas palabras, miraba con inquietud hacia la puerta de su alcoba.

— Allí pretende tener los billetes de Banco, —dijo la modista en voz baja.