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—Yo tampoco estoy inapetente.

—¡Anda, Macha!

—¿Por qué quieren ustedes empezar?—preguntó la doncella—. ¿Por los pollos, o por el jamón?

—Dánoslo todo a la vez y vete si quieres. Te esperan, ¿verdad?

—¿Quién ha de esperarme?—dijo Macha con una risita, dirigiéndole a Varenka una mirada de reconocimiento.

—¡Bueno bueno! ¡No te hagas la tonta!

"¡Lo dice de una manera tan sencilla!"—pensó Hipólito Sergueievich disponiéndose a comer pollo.

Varenka seguía embromando a Macha, que, confusa, con los ojos bajos y con una sonrisa feliz en los labios, permanecía en pie ante ella.

—¡Verás, si te coge Gregori!—la amenazaba Varenka.

—¡En seguida! No le dejaré que me coja...

La doncella se echó a reir, tapándose la cara con el delantal, y dijo:

—¿Sabe lo que he hecho? Le he tirado del bote al agua.

—¿De veras? ¿Y él que ha hecho?

—Nadaba detrás del bote y... me suplicaba que le dejase embarcarse. Por fin, le he echado una cuerda...

Prorrumpieron en carcajadas. Hipólito Sergueievich acabó por reirse él también, no porque le hiciera gracia imaginarse a Grigori nadando detrás del bote, sino porque la alegría rebosaba en su corazón. Le parecía sentirse libre de sí mis-

Varenka
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