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to... También me gusta el invierno con sus tempestades de nieve... Una vez, ¿sabe usted?, durante una de esas tempestades, me perdí y estuve a dos dedos de morir helada.

—Cuénteme usted eso—rogó el joven sabio.

Le placía escucharla; antojábasele que hablaba un idioma nuevo, aunque comprensible para él.

La muchacha se le aproximó y con los ojos clavados en su rostro dió principio al relato.

—Volvía yo de la ciudad, bastante entrada ya la noche. Conducía el carruaje Jacobo, un anciano y grave "mujik". De pronto estalló una horrible tempestad de nieve... Nos azotaba en plena faz. A cada golpe de viento, recibíamos en la cara toda una avalancha de nieve, que hacía cegar a los caballos. Jacobo se mantenía con mucho trabajo en el pescante. Alrededor hervía todo como en una olla. Estábamos como hundidos en una espuma fría. Avanzamos un poco y vi a Jacobo descubrirse y persignarse. "¿Qué pasa"—le pregunté. "Encomiéndese, usted, señorita—me dijo, a Dios y a Santa Bárbara, que puede salvar al hombre de una muerte súbita." Su acento era sencillo y sereno, de modo que no me asusté. "Nos hemos perdido?"—le pregunté. "Si" —repuso. "Pero quizá encontremos el camino perdido." "No—dijo él—, con esta tempestad de nieve no es cosa fácil. Aflojaré las riendas y dejaré en libertad a los caballos, que puede que lo encuentren... pero le aconsejo a usted, sin embargo, que rece"... Es muy devoto el buen J: