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constipado of una fiebre dijo Isabel Sergueievna. Además, se puede admirar la tempestad detrás de los cristales... ¡Ah, Dios mío!

Un rayo había desgarrado el negror de la nube, que mostró un instante sus entrañas y se cerró de nuevo. Durante dos segundos reinó un silencio profundo; luego retumbó el trueno como un cañonazo, y su estruendo rodó largamente sobre la casa.

El viento bramó con una fuerza terrible, levantando una gran polvareda, que se arremolinó y se elevó al cielo en inmensa espiral. Briznas de paja, pedazos de papel, hojas, flotaron también en el aire. Los pájaros, asustados, volaban lanzando gritos penetrantes. El viento sonaba sordamente en la fronda de la arboleda; ofase el ruido del polvo al caer sobre el tejado de cinc.

Varenka contemplaba toda aquella agitación desde la puerta. Hipólito Sergueievich, de pie junto a la joven, hacía guiños cuando el polvo le azotaba el rostro. Aunque les rodeaban las tinieblas, la obscuridad se iluminaba de cuando en cuando con el fulgor de los relámpagos, y la esbelta figura de Varenka aparecía bañada en una luz azulada y fantástica.

—¡Mire, mire!—gritaba la joven cada vez que un relámpago desgarraba las nubes—. ¿Ha visto usted? Se diría que la nube sonríe. ¿Hay algo más parecido a una sonrisa? Existen personas así, taciturnas, severas..., que no hablan nunca, y de pronto comienzan a sonreir, con los ojos