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sucedernos es que se nos rompiese el coche en mitad del caminola tía Lu—¡Tenemos habitaciones!—manifestó chitsky.

—En ese caso, permítame usted que le ruegue...

Perdóneme, pero la tempestad ejerce siempre sobre mí una influencia lamentable... Tenga usted la bondad de indicarme mi habitación y me retiraré un ratito.

A estas palabras de Hipólito Sergueievich, pronunciadas con voz sorda y convulsa, siguió un momento de confusión.

—¡En seguida!—refunfuñó la tía Luchitsky, levantándose a toda prisa.

Varenka también se levantó, muy agitada al parecer, y, mirando con asombro a Hipólito Sergueievich, le dijo:

—Inmediatamente voy a indicarle a usted su cuarto... le llevaré a él... Allí estará usted tranquilo.

Sólo Isabel Sergueievna permanecía tranquilay le preguntó, sonriendo, a su hermano:

—¿Se te va la cabeza un poco?

El coronel gruñó con su voz ronca:

—Eso no es nada: pasará pronto. Mi camarada el coronel Gortalov, a quien mataron los turcos, era todo un valiente. ¡No se encuentran muchos como él! Nos asombraba a todos con su valor. En la batalla de Sistov llevaba al ataque a sus soldados tan tranquilamente como si dirigiera un cotillón; repartía sablazos a diestro