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to—.¿Quiere usted que demos un paseo en bote? Llegaremos hasta el bosque, nos pasearemos un rato a pie y volveremos a la hora de almorzar... ¿Le gusta? Estoy tan contenta de que haga buen día... y de no estar en casa... Papá tiene otro acceso de gota, y yo me vería obligada a cuidarle. ¡Y es muy caprichoso, cuando está enfermo!

Asombrado de aquel franco egoísmo, él no aceptó en seguida la proposición, y cuando, per fin, contestó, "sí", se acordó de su decisión de mantenerse a distancia de la muchacha.

"Hasta ahora—se dijo—, no da el menor motivo para sospechar que pretenda conseguir un triunfo sobre mi corazón. En sus palabras podrá haber todo lo que se quiera, menos coquetería. Además, ¿por qué no pasar un ratito en compañía de una muchacha a todas luces... original?

—¿Usted sabe remar? ¿Mal, eh? No importa, remaré yo: ¡yo soy fuerte! Y el bote es muy ligero. ¡Vamos!

Salieron a la terraza, y de allí bajaron al parque. Junto a él, alto y delgado, ella parecía aún más pequeña y más gordita.

El le ofreció el brazo; pero ella no aceptó.

—¿Para qué? Hay más libertad en los movimientos no yendo del brazo. Además, es bueno cansarse.

El joven sabio sonreía, mirándola al través de sus lentes, y procuraba que sus pasos coincidiesen con los de ella, lo que le placía. El andar de Varenka era ligero y grácil; su bata blanca flo-