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cha, bajo la corona de cabellos rizosos, brillaban gotas de sudor, y su pecho subía y bajaba anhelosamentetrito Perdóneme usted!—exclamó con acento conAdmirando la naturaleza, no he pensado... Debe usted de estar atrozmente cansada...

Tenga la bondad de darme los remos.

No, no! ¿Cree usted que estoy cansada? Eso es hasta ofensivo para mí. Ni siquiera hemos hecho dos verstas... No, no, siga usted en su sitio... No tardaremos en amarrar y entrar en el bosque.

La expresión del rostro de Varenka le dió a entender bien a las claras al catedrático que era inútil discutir. Encogiéndose de hombros con enojo, calló y pensó, irritado:

"Sin duda, me cree demasiado débil." —Mire usted el camino de nuestra finca—le indicó ella, señalando con la cabeza.

—De aquí a casa hay catorce verstas. En casa se está muy bien, mejor que en vuestra Polkanovka.

—El invierno también lo pasa usted aquí?

—preguntó él.

—¡Claro! Yo lo dirijo todo... Papá no puede ni siquiera levantarse de su sillón... Le pasean por las habitaciones...

—Debe usted de aburrirse atrozmente.

Por qué? Tengo muchísimo que hacer, y no tengo para ayudarme más que al viejo Nikon..un antiguo soldado, el ordenanza de papá. Es de